El anochecer es un momento especial del día. El calor se calma, el sol se acuesta a dormir y las ranas salen de sus charcas y buscan nuestra luz y compañía. A la hora de las ranas las nubes presentan un cielo plagado de estrellas, una luna llena de brillo y una noche que bulle historias, ideas y magia.
¿Dónde está mi inspiración?
Allá entre los árboles, en la jungla del jardín, se esconden los secretos que solo Sédillah conoce. Si me paro a escuchar, oigo la voz de los grillos, los coros de las cigarras y los aullidos salvajes de estas ranas que miran a la luna ensimismadas.
¿Dónde se esconde el final de cada historia?
En el fondo de un baúl, enterrado a varios metros bajo tierra, bajo la vigilancia de unas cucarachas que solo salen al anochecer y duermen de día custodiando mi tesoro.
A la hora de las ranas un ejército de polillas, moscas y libélulas forman filas y montan guardia buscando focos de luz y atacando, fuego a discreción, a todo individuo sospechoso. Mejor que nadie, ellas reducen al enemigo y lo conducen de vuelta a su escondite, donde es obligado a guardar reposo hasta la salida del sol. Allá en la oscuridad las ideas prenden como contagiadas de la energía que viene con el aire fresco, la misma que alimenta criaturas tropicales ahora, a la hora de las ranas.
¿Dónde nacen las ideas más geniales?
Al fondo de un húmedo rincón, ahí donde la vida se crea. ¿Lo encuentras? La tierra tiene cosquillas y cuando se rasca nace una nueva criatura que corretea, plena de vitalidad, y las ranas observan desde su trono de honor, entre las sombras de la noche y los brillos de las nubes.
A la hora de las ranas todo está permitido, y en la mascarada de mi jungla se prepara un festival donde la locura deja paso a la inventiva y juntas debutan en la obra fantástica de mi universo. A la hora de las ranas yo me siento a observar y entro al juego solo para alzar el vuelo hacia los cielos, la mente hasta el infinito.