Cuando compré el billete de vuelta se me ocurrió invitar a una amiga a ver el Circo del Sol para tener una buena motivación para volver. Sería una sorpresa, no sabría nada hasta que estuviéramos allí. Compartir con tu gente la magia de este espectáculo tan especial es algo increíble, y me llenaba de ilusión pensar en acabar el viaje de esta forma.
Pero lo malo que tiene hacer planes es que no siempre funcionan. Unos días antes de volar me llegó un correo diciendo que cancelaban mi vuelo y se retrasaba. Las circunstancias del viaje me impedían poder encargarme de arreglar la situación y mover el vuelo, por lo que no llegaría a tiempo para ir a la función. Al principio me aferré a mi plan desesperadamente, hasta que vi que no había nada que hacer. Llamé por teléfono, mandé correos, fui en dos ocasiones al aeropuerto; la primera me dijeron que la compañía no tenía oficina y la segunda que no tenían huecos en el vuelo que salía entonces. Nada funcionó.
Bastante triste, se me ocurrió tomar un bus a Tulum para pasar los dos últimos días del viaje tranquila. "Siempre sola y siempre a gusto". Pensé... ¿qué venía buscando? El camino hacia nuestros deseos se esconde en nuestras pasiones. Ellas nos guían, las buenas sensaciones surgen cuando se estimulan las acciones adecuadas, y si somos conscientes de ello llegamos a la conclusión de que hacer eso nos sienta bien. Si estamos a gusto, se nos ocurren las ideas sobre lo que deseamos, y así encontramos nuestros objetivos, para llevarlos después a cabo. Esta es la conexión entre emoción, acción e idea, que lleva a través de la emoción a crear ideas sobre lo que hacer. ¿Me sigues?
Al comprender esto me di cuenta de que cuanto más intensas son las emociones y las acciones, más grandes serán las ideas, y de ahí surgió el concepto del entrenamiento físico, mental y emocional. Una de las cosas más complicadas de afrontar en el rugby son las lesiones, porque requieren fuerza mental, y para obtenerla necesitas entrenarla. Conexión mente, cuerpo y alma. Entrénate en todos tus planos para llevarte a tu máximo exponente.
El entrenamiento físico es sencillo. Busqué mis objetivos, cuáles son las debilidades que tengo en el campo que quería aprovechar para mejorar; de ahí surgió el plan. Pero... ¿cómo entrenar la mente? ¿y el alma? Simplemente busqué la forma de expandirme. Leer mucho, vivir siempre del modo más consciente, a través de la escritura, la lectura y la memorización de textos. Y para expandirme emocionalmente la clave estaba de nuevo en lo mismo; persistencia y crecimiento. Buscar sentirme siempre a gusto a pesar de las circunstancias. Aprender a fluir en el medio que sea, buscar mi tranquilidad dentro de mí misma y no fuera. Respirar tranquila, ser positiva, para enfrentar lo que sea, como sea.
¿Qué pasó? Increíblemente, estos meses he sido testigo de que viviendo de esta forma, olvidándote de las expectativas con el mundo, solo marcándotelas a ti misma, dejándote llevar, las cosas funcionan. De pronto me veía sumergida en situaciones increíbles, inexplicables y fantásticas. También he sentido otras que me hacían sentir cansada y pequeña, pero el reto estaba en superarlas y apoyarme en ellas para seguir creciendo. Entrenarte cada día día y alimentar tus quereres para desarrollar tus poderes.
Al final del recorrido el mundo me puso a prueba y me enseñó la última lección: relájate y disfruta con lo que tienes, porque preocuparte y querer cambiar las cosas no funciona; ellas cambian cuando tienen que hacerlo. ¡Sigue tu intuición! Trabaja cada día para lograr tus objetivos; paso a paso es la única forma de avanzar.
En estos momentos no puedo evitar recordar a Chiño, mi hermanito canino, que me ha enseñado una y otra vez todas estas lecciones que yo insisto en olvidar. Así dice él, aquí y ahora... respira... sigue caminando...
Ahora toca seguir caminando y preguntarte cada mañana al levantarte...