Año nuevo, vida nueva
Hay veces que surge una idea dentro de ti. Puede parecer descabellada, puede no tener ni el más remoto sentido, pero es que la semilla está plantada y no hay forma de desarraigarla. En el cerebro no podemos meter mano. Tengo una peculiaridad. Muchas, en realidad, pero esta es una de ellas. Puedo pasar semanas, a veces meses, tranquila, pero siempre llega un momento en que se me cruza un cable y se me ocurre una idea. Es como si apostara contra mí misma, me echo un “no hay huevos” a hacer cosas absurdas, cosas que no tienen ningún sentido. Ese ansia insaciable por superar mis límites. Como aquella vez que iba en el autobús de Madrid a Pontevedra apoyada contra el cristal de la ventana, y pensé en lo cómodo que era ir apoyada sobre las rastas, allá cuando las tenía. Pensé que menos mal que igualmente tenía pelo, pero de pronto me pregunté qué pasaría si no tuviera pelo. Y zasca. Brotó la idea. —No hay huevos a raparse la cabeza. —¿Que no hay huevos? Lo que no hay es necesidad ninguna de estar calva. —¿Y por qué no raparse? ¿De qué tendrías miedo? —Estaría feísima. —¿Y qué pasa? ¿Ahora soy superficial? Y ya se lió parda. Tardé una semana en llevar a cabo la idea. El tiempo suficiente para avisar a mis padres de lo que iba a pasar. El tiempo necesario para mentalizarme de lo extraña que iba a estar sin pelo. ¿Innecesario? Para muchos, sin sentido. Para mí, una prueba más sobre lo que no tiene ninguna importancia. Ha pasado más de un año desde aquello. Pero todo esto fue necesario en el viaje de mi mariposa. No tener un solo pelo sobre la cabeza me hizo transformarme en huevo de larva; vivir el crecimiento me hizo sentirme oruga, capullo y de nuevo mariposa. Todo esto me preparó para tomar una de las decisiones más difíciles que he tenido que tomar. Hacer las paces conmigo misma, enfrentarme al hecho de que lo que vemos no vale nada frente a lo que sentimos, aprender a sentir como forma de encontrar el camino verdadero, aquel que te lleva a lo que deseas realmente hacer. He tenido que aprender mucho para ver que mi camino me traía de nuevo a Pontevedra. Ser feliz, hoy, para mí, significa hacer lo que deseo hacer. Hoy, mi deseo es estar otra vez en esta ciudad, dedicando mi tiempo a lo que quiero dedicarlo. Escribir sobre rugby, aprender a llevar proyectos a cabo, mejorar aquello que no funciona adecuadamente y buscar soluciones a los problemas que surgen ante mí. Sé que todo esto forma parte de mi propia historia. Cuando me paro a escucharme, algo dentro de mí me dice que sea paciente, que algún día me haré grande haciendo que otros lo sean, que mi proyecto empieza escribiendo la letra pequeña de lo que otros hacen. Antes de cambiar el mundo deseo ayudar a otros a cambiarlo. Inspirarme, ver averías, solucionarlas. Respirar aire fresco, ir a la playa, correr en el monte, dormirme oyendo lluvia y despertar con cantos de gaviotas. La vida es demasiado breve e impredecible para rayadas, para no hacer lo que queremos y para perder el tiempo no siendo felices. |