La lesión
El gusano siempre se había sabido mariposa, aún siendo larva. Pero aún así, no dejaba de ser gusano. Vivir su metamorfosis iba a ser el proceso más ambicioso, díficil, largo y duro de su vida. Siempre es fácil cuando te sientes en camino. Nunca lo es si te paras. La lesión siempre llega. Cuando juegas al rugby sabes que, antes o después, la lesión siempre llega. Y con el tiempo he ido descubriendo que la lesión forma parte del proceso de aprendizaje del jugador. Dice el padre de una amiga que la lesión sirve para entrenar la paciencia. Y tanto. La lesión suele llegar cuando mejor estás y cuando menos te lo esperas. Es una broma macabra con la que la vida te recuerda lo frágil que eres. Hay dos opciones: verla como obstáculo o como oportunidad. El gusano se envolvió en un traje de seda. El gusano quería vestirse de gala para hacer honor a la ocasión. No todos los gusanos de seda llegan a ser mariposas. Pero él tenía un sueño. Él tenía una visión. Cerró los ojos y respiró profundamente en su crisálida. Un día se despertaría, abriría su capullo y saldría a respirar el fresco. Volaría de flor en flor coleccionando muestras de néctar. Pero hoy era hoy, y todavía no tenía las alas fuertes. Dormiría en su capullo. Días de frío, viento, sol y sombra. Nubes y claros dentro de mi crisálida. ¿En qué piensa un gusano para alimentar de ilusión un cuerpo viscoso, blandito y membranoso? Viviendo el proceso, gozando su viscosidad. Subidas y bajadas. Cambios de opinión. Idas y venidas. Picos que forman montones de As que solo dicen dos cosas: Aquí y Ahora. La lesión te enseña a ser paciente, a concentrarte en el proceso, a buscar lo mejor de tu situación. La lesión te hace llorar, y si no aprendiste nada nuevo, volverás a llorar. Así hasta que descubras qué tenías que aprender. Y entonces volarás. |