Madrid
Madrid huele a seco. Huele a calor incluso cuando hace frío. Pero cuando hace frío, simplemente mueres. La poesía se congela varios grados bajo cero. Madrid huele a mezcla. Huele a Tetuán, a la plaza de la Remonta, a viernes por la tarde con miles de pelotas rodando sobre las baldosas y niños de todos los colores persiguiéndolas. Madrid huele a domingo por la mañana con sol, a fresquito y calles vacías. Madrid huele a energía. Huele a gente que se busca la vida, y cuando digo que se la busca, digo que se baja cada noche a hacer ruta de contenedores y se reciclan la vida que no encontraron en ningún otro lugar. Huele a gente que no te escucha demasiado tiempo, pero te anima a llevar tus sueños adelante, aunque no sepan que son sueños, aunque crean que solo sigues tu movimiento… Madrid huele a iniciativa. A estampida de caballos que corren cada uno más rápido que el anterior. Un topo se esconde en su madriguera bajo la tierra, asustado. Un halcón observa desde las alturas de su árbol. Madrid huele a indiferencia. Huele a gente apelotonada frente al ascensor que no deja pasar a alguien con muletas, a una señora predicando con gritos desgarrados frente a un semáforo, ante las miradas divertidas de los incrédulos. Madrid huele a miradas grises, a desconfianza ante un cuento regalado en el metro, a profundo agradecimiento por sostenerle la puerta a quien sale de la estación. Madrid huele a prisa, a alboroto, a carreras, a ruido, a tráfico, a pisadas, a risas, a sushi para llevar, a hipsters de Malasaña, a gente en chándal sin complejos, a señoritas que muestran su seriedad y capacitación en su vestido y su peinado. Madrid huele a tanto, que se te mezclan los olores en el hocico y estornudas. Y pese a todo, cuando sales de Madrid y hueles a fresco, a monte, a lluvia, de pronto recuerdas a qué huele la vida y que quizás aquello que hacías en Madrid no era vivir con las patas sobre el suelo y la vista hacia las nubes. Madrid es magia. Madrid es la ciudad de las ciudades. Madrid saca de ti lo mejor que llevas dentro, pero Madrid tiene un precio. ¿Cuánto cuesta la paz de tus latidos? Madrid saca a subasta corazones el domingo en el Rastro. Madrid tiene alto índice de contaminación, Madrid te ahuma los pulmones a hurtadillas. Madrid te enamora, te vende la luna y te promete con esmalte de uñas el color de las nubes al atardecer. Madrid te enseña a luchar, a ser fuerte, a ser valiente. Madrid vende, compra, intercambia, ofrece, planta, cosecha, recoge y te cocina en pepitoria, con patatas asadas para acompañar. Madrid te empuja, crece contigo y tú creces en ella y con ella. Madrid es tan, tan, tan, que tú te haces chiquitín. Madrid amanece, y tú te miras las plantas de los pies grises de caminar por calles llenas de polvo. Madrid amanece azul clarito. |