Me habló mi mamá la Tierra
Me habló mi mamá la Tierra y me dijo la luna que escuchara atenta, que mamá Iarnal siempre cuida de sus cachorros. Me habló del universo. Me dijo que respirara y contemplara el movimiento de los planetas. Siempre va en ciclos, el equilibrio solo se alcanza con el eterno movimiento, dijo mamá, y las estrellas vienen y van. Nosotros también, me dijo. Me habló mi mamá la Tierra de los ciclos de nuestras entrañas. Me habló de la mariposa. Me dijo que nace larva, que crece en colonias de cientos de hermanas, en lo oscuro de los árboles. Viven escondidas en el hueco húmedo y podrido de algún tronco y a veces les llega el olor a fresco, y así la larva empieza a alzar el hocico al cielo. Se ríe mamá Iarnal, porque es mentira, que las larvas no tienen hocico, pero aún así lo alzan al cielo. A oler el fresco. En lo oscuro de la noche mi madre me pintó el cielo de estrellas y vi la Vía Láctea. La luna sonreía y me cogió una mano. Yo la sentí junto a mí, a pesar de la distancia. Allá en el cielo la luna brilla hermosa y fuerte. Me dijo mi mamá la Tierra que a veces las larvas ven brillar a las estrellas y alzan la vista al cielo, y ven belleza. Las larvas, que viven en lo oscuro, les gusta la humedad y se alimentan de lo podrido, llevan el potencial de su transformación. Ellas saben que son como son porque mi mamá la Tierra las hizo así, pequeñas y viscosas. Pero siguen su ritmo, miran las estrellas y hay veces que huelen lo fresco. Dice mamá Iarnal que a veces, al anochecer, el rocío moja los resquicios de agujeros donde las larvas dormitan. Hay algunas larvas que salen a oler el alba y beben el rocío de las hojas de los árboles. Me dijo mi mamá la Tierra que observe atenta, que tras la viscosidad de una larva hay una potencial mariposa que un día volará tan hermoso como el sol, la luna y las estrellas. |