Después de un par de semanas prometiendo llevarme a visitar su pueblo, una compi de trabajo -y hermanita recogida en el camino-, Paola, me llevó de excursión. Playas vírgenes, fresquito, una familia que me acogió como un cachorro más y un trozo de vida pura esencia nica.
Aquí no solo me trajeron de paseo, sino que me dieron un curso intensivo de supervivencia, una increíble historia de vida y varias lecciones importantes de humanidad. Aprendí a echar tortillas de maíz, a hacer fresco, a lavar la ropa a mano (¡bien, bien!), a recoger ostión, ... Y también es cierto que echaba un poquito en falta esa amistad de pasar horas y horas hablando, a lo que también aquí tuve oportunidad.
Ángela, la mamá de Pao, me despertó una mañana al salir el sol, y después de desayunar nos fuimos a la playa de Guacalito. Una breve caminata por la carretera y un paseo muy rico por el monte nos condujeron hasta esta cala escondida donde, según Ángela me mostró, algunas tortugas acuden a desovar. Nos sentamos a esperar la bajada de la marea, y mientras tanto hablamos, hablamos, hablamos. Me pidió la hiena que su historia la recordase, y se convirtió en proyecto.
Empezaba a picar el sol y la playa se desnudó y mostró sus rocas. Martillo y cuchillo en mano, Ángela me enseñó el sutil arte de la recogida del ostión. Es toda una epopeya encontrar estas ostras camufladas en la roca, y las tres veces que hallé una por mí misma salté y canté de la emoción. Después de varias horas buscando, conseguimos reunir unas 2 libras (aprox 1 kg), por lo que se pagan 200 córdobas (7,4€).
Estas experiencias remueven una mezcla de sentimientos. Siempre en mente, agradecimiento por la enseñanza de un oficio; hallar los secretos del mar y del mundo junto a una profesional. Y de nuevo, la conciencia que te golpea con fuerza y te dice que para que haya gente que lo tiene todo muy fácil hay otra que lo tiene muy difícil.
(fotos en la cámara, a 40 min de camino, en la granja; disculpas por el olvido!!)