Vive como un lince
Miércoles. 15:30 de la tarde. Cojo la mochila y salgo de casa. Una parada, plaza de Castilla. Bajo al sótano de la estación, bus 154C, San Sebastián de los Reyes, Avenida de los Quiñones. Disfruto del viaje, aprovecho para llamar, mandar mensajes por el teléfono. Repaso el entrenamiento que vamos a hacer, el tiempo de cada sección. ¿Qué podemos mejorar respecto al entrenamiento pasado? El otro día los chavales estaban a mil por hora. Normal, pienso, si yo tuviera 4 años también viviría a mil por hora. No tendría filtro, sería pura reacción. Entrenamientos dinámicos. Seguir siempre una rutina. Empezar explicando cuál es el objetivo del día y qué vamos a hacer. Cuando digo por primera vez que vamos a ir adentro a hacer “clase de rugby” uno de los niños levanta los brazos y grita ¡bieeeeen!, aunque no tengo claro del todo que sepa qué pasa en una clase de rugby. En nuestro caso, vamos a hablar de lo que nos gusta de este deporte tan guay y vamos a pintar en una cartulina esas cosas que nos gustan. Pero paso a paso. Aún queda mucho entrenamiento por delante.
Cuando estos chavales ven un churro de placar, de esos blanditos de colores molones, en su cerebro tiene lugar un banquete de emociones y endorfinas, una rave de sensaciones. Les flipan. Y si ven un balón, se lanzan. Y si ven sacos de placar, también se lanzan. En general, se lanzan. Estoy muy orgullosa de que sean tan lanzados. Solo tenemos que descubrir cómo canalizar esa energía para hacer de estas criaturas unos remolinos con patas que jueguen, disfruten y cuiden de sus compis. ¡Círculo de linces!, y todos corren hacia mí. Bueno, todos no. Viene tres o cuatro, y el resto van descubriendo poco a poco que hay que venir. Ya hemos desfogado nuestra energía en un calentamiento bien movido, hemos seguido con un taller de avance con un circuito de pruebas (zigzag, placar el churro, coger balón, avanzar por la escalera, pisar fuerte unos escudos y ensayar), con un mini taller para seguir reforzando la técnica el placaje (donde de paso vas viendo cómo afrontan unos y otros el miedo al contacto. Hay linces muy locos y otros muy precavidos). Ahora ya estamos un poco más centrados y podemos hablar un poquito. Aprovechamos para recordar algunas cosas… -Vale, chicos, ya hemos calentado, todos estamos a gusto, y ya hemos hecho el circuito… ¡a ver quién se acuerda de qué toca ahora! -decimos. Un lince perdido rueda por el suelo en nuestra dirección. -¡Placar! -dice alguien. -¡Ensayar! -dice otro. -¡Vamos a jugar un partido! -exclama alguien, triunfante. -¡Síiii! ¡Después del taller viene el partido! -contesto- Pero antes de jugar… ¿quién sabe cuál es el objetivo de un partido de rugby? -¡Ensayar! -dicen todos a la vez. Y aunque nuestro objetivo es disfrutar, es importante no perder el norte, porque con 3, 4 y 5 años es muy fácil coger el balón y salir corriendo a saludar a mamá y a papá, o correr en dirección contraria, o simplemente no saber qué hacer. -Perfecto, linces, todos lo tenemos claro. Pero esta es la pregunta clave, ¿cuál es nuestra misión? -aquí vienen las dudas… -¡Placar! -dice alguien. -¡Ensayar! -dice otro. Mis linces están un poco despistados, a veces. -Querernos muchooo -oigo por algún lugar. -Mmmm he oído algo que me gusta. Vamos a hacer una ronda para ver qué misión creéis que tenemos -y finalmente acaba saliendo la respuesta esperada: “nuestra misión es cuidar de los compis”. Un lince se queja: “¡jope! ¡Yo iba a decir que ayudar a mis amigos!”. Bien, cachorros. Vamos bien. Y es que muchas veces pienso que estos cachorrillos me enseñan mucho más de lo que yo les enseño a ellos. Los ejemplos son infinitos. Así que voy a intentar hacer un decálogo de la vida que los linces me están enseñando a vivir. 1. SIN RUTINA, HAY CAOS Es importante empezar el día sabiendo qué hacer. Y luego cómo continuar. 2. SIGUE EL FLOW Es fundamental tener juegos de reserva por si lo que estás haciendo no funciona. Hay que tener un plan, pero ante todo deberás aprender a fluir. Porque a veces no está el cuerpo para hacer placaje y entonces quizás toca jugar a araña peluda. 3. CREE Y CREA El mundo es un lugar lleno de magia, pero es invisible para aquellos que no la saben ver. Los linces tienen mirada de magos, ellos creen y crean mundos donde todo es posible y volar está al alcance de nuestras manos, de nuestras alas. El otro día tratamos de medir el campo en patatas y nos salieron un montón de patatas. Luego lo medimos en ballenas y uno de los linces dijo que por lo menos el campo medía 68 ballenas. A lo largo. 4. APRENDEMOS CON EL AMOR, NO CON EL MIEDO Hemos comprobado que reñir solo genera malos rollos. Que gritar solo hace que ellos griten, plaquen sin consideración. Y al final lloramos. Pero cuando te fijas en algo que un lince ha hecho bien y se lo dices, sus ojos brillan. Cuando escucho a un papá, a una mamá, que le dice lo orgulloso/a que está de su cachorrillo… su sonrisa es inmensa. Y entonces la próxima vez lo recordarán. Refuerzo positivo crea impacto positivo. 5. ESCUCHA PARA APRENDER Llevamos dentro todo lo que necesitamos para enfrentarnos al mundo. Según vamos creciendo, aprendemos un montón de cosas que cierran nuestra mirada sobre el mundo. Pero los linces aún no la han cerrado. Ellos, desde su tamaño reducido y su corta experiencia, tienen la mente mucho más abierta de lo que nosotros soñamos tener. No tienen límites. Cuando jugamos a transformarnos en mariposas ellos vuelan totalmente mezclados con su disfraz. Cuando los jabatos los animan ellos se sienten más grandes que Jonah Lomu corriendo hacia el ensayo. Mi coentrenadora Eli sabe bucear mejor que nadie en la profundidad de las respuestas que nuestros cachorros dan a preguntas tan sencillas como ¿qué has desayunado hoy? 6. NO LO DIGAS, HAZLO Porque ellos observan, y harán lo mismo que tú haces. Respeto, aceptación de la individualidad de cada cachorro y confianza en la fuerza de súper linces que llevan dentro. 7. NUNCA ASUMAS QUE ALGO SE SABE O SE ENTIENDE La manada crece y nos hemos extendido a los 14 ejemplares, así que estamos haciendo talleres separando a los linces de primer año y a los de segundo, para reforzar el desarrollo de cada edad. El primer día que nos dividimos, yo llamé a los de 5 años y mi compi a los de 4. Uno de los chiquitajos, que aún tiene 3, no fue a ningún lado y caminó con aire de vagabundo nostálgico. Le preguntamos qué le pasaba y nos dijo con el corazón compungido: “yo tengo 3 años, ¡no tengo adonde ir!”. 8. ¿EL OBJETIVO? ¡ENSAYAR! ¿Cómo caminar si no sabes hacia dónde quieres ir? Es fundamental que para crear diversión, disfrute, y por ende aprendizaje, sepamos cuál es nuestro objetivo. Sin él, seríamos pescadillas corriendo en busca de nuestra cola, linces rodando eternamente por el campo haciendo la croqueta. 9. ¿LA MISIÓN? ¡CUIDAR A NUESTROS COMPIS! Porque cada día tengo más claro que entre todos podemos hacer cosas increíbles. Pero para ello tenemos que caminar paso a paso, sentir la fuerza de nuestros compañeros, creyendo en nosotros y haciendo que nosotros creamos más que nadie en nosotros mismos. Apoyarnos en nuestra diferencia para construir el castillo más fuerte del mundo. 10. NORMAS SENCILLAS Y ¡DÉJALOS JUGAR! El tiempo de juego debería ser sagrado. Teniendo un par de normas sobre las que actuar, el juego libre nos da la oportunidad de explorar, de inventar, de descubrir quiénes somos, cómo queremos expresarnos y qué nos hace felices. Cada vez que un compi tiene la oportunidad de actuar, creer en él y en su grandeza. Cuando yo tengo el balón, creérmelo tanto como ellos creen en mí. Y disfrutar, fluir, jugar, reír, placar y ser lo más yo que pueda ser. Comer, dormir, repeat. Cada día, jugar de nuevo y poco a poco crecer y hacerme grandote y fuerte. Al final del entrenamiento, hacemos círculo de linces y alguno empieza a cantar el cumpleaños feliz. ¿De quién es hoy el cumpleaños? Nadie lo sabe. Pero se parten de risa. Y al final todos nos reímos un montón. Hacemos una ronda, solo habla quien tiene balón, y decimos qué nos ha gustado del entrenamiento de hoy. Recogemos y nos vamos a casa con mamá y papá. Y cuando se van dejan un silencio de paz lleno de cosas bonitas y promesas de lo que todos y cada uno podemos llegar a ser: un lince con pájaros en la cabeza, sin miedo en la sonrisa y con la capacidad de hacer de un montón de sacos de colores un castillo indestructible donde esconder el mejor tesoro del mundo, aquel que tú te quieras inventar. Cada día, vive como un lince y aprende a disfrutar de la locura. |